Hace unas semanas volví a Tenerife a la boda de una amiga chicharrera y, aprovechando los días que pasamos allí, me llevaron a conocer uno de los rincones con más encanto de la isla. Se trata de la playa de Benijo, en el macizo de Anaga, al norte de la isla, aunque ese día la marea estaba alta y la playa brillaba por su ausencia. Sólo el trayecto hasta la playa ya merece la pena por las impresionantes vistas que se contemplan desde una carretera bien cargadita de curvas y de adrenalina (TF-134), poco recomendable para los que sufran vértigo o para los que se mareen con facilidad. En la parte de arriba hay un pequeño restaurante (El Mirador) con buena cocina canaria y espectaculares vistas. Volveré.
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